La
Revolución empezó el 20 de Noviembre de 1910. Don Francisco I. Madero en 1909
promovió el Partido Anti reeleccionista e inició el movimiento armado ese día
pugnando por el ¨Sufragio Efectivo no Reelección¨ y murió por la causa de la
Revolución en el episodio conocido como la ¨Decena Trágica¨. Pancho Villa tomó
a su mando la división del Norte. Emiliano Zapata luchó por la justicia
agraria. Venustiano Carranza, se levantó contra el gobierno de Victoriano
Huerta y de esa lucha se produjo la Constitución Federal del 5 de Febrero de
1917 que todavía rige a los ciudadanos mexicanos. En este documento quedaron
clarificados los ideales de los principales jefes de la revolución mexicana.
Causas
Varias
son las causas que desencadenaron el estallido de la Revolución Mexicana. Se
agrupan estas en económicas, sociales y políticas.
Causas
Económicas
La
Cuestión Agraria
Durante
el gobierno de Porfirio Díaz, el 40 por ciento del territorio azteca era
propiedad tan sólo de 840 hacendados. El latifundio era tan desmedido que, a
veces, una sola persona era dueña de una extensión de terreno mayor que la
superficie de varios países europeos. Así, el general Terrazas, poseía en el
Norte de México un predio de 24 millones de hectáreas, o sea, equivalente al
área de Holanda, Bélgica, Dinamarca, Hungría y Suiza juntas. Otro gran
propietario era la iglesia católica mexicana, integrada en su mayoría, por un
clero conservador y adicto al orden represivo imperante, lo que explica, en
parte, porqué la revolución fue anticlerical. Las consecuencias de este enorme
latifundismo, sin precedentes en la historia mundial, fueron graves para los
mexicanos.
Provocó la decadencia de la agricultura,
porque el gran propietario se encontraba desvinculado de la tierra. Lo dejaban en manos de brutales e ineptos administradores, que mandaban a latigazos al campesino y abusaban de las mujeres e hijas de los peones.
Bajo
el lema de “baja política y mucha administración”, la dictadura porfirista
pensaba que lo único que importaba era el progreso material, en base al capital
extranjero, ignorando la existencia de la masa trabajadora. Con tal propósito
abrió las puertas a las empresas norteamericanas e inglesas, que se apropiaron
prácticamente de la riqueza nacional. Los capitales extranjeros llegaron a ser
dueños o administradores de los ferrocarriles; controlaban las ricas minas de
plata de San Luis de Potosí, los productos del suelo y del mar y la riqueza
forestal y frutícula. Los franceses manejaban la lencería y botinería; los
españoles, el comercio; y los alemanes, los cultivos especializados.
Causas
sociales
Ausencia
de Legislación Laboral
No
existía una legislación que protegiera a los obreros y campesinos. Las huelgas
estaban prohibidas y se sancionaban severamente a quienes osaban pedir mejores
salarios o la reducción de la jornada inhumana de trabajo que, en muchos casos,
alcanzaba a las 12 horas. Los más altos cargos estaban desempeñados por
norteamericanos, debiendo los mexicanos contentarse con los empleos más
modestos.
La
Pobreza Campesina.
Los
trabajadores ganaban miserables salarios de 25 centavos diarios, iguales que a
fines de la colonia, no obstante que los precios de los artículos que consumían
se habían elevado al triple. Al mismo tiempo sufrían la expoliación en las
“tiendas de raya”, en las que el propietario de la hacienda vendía el jabón, el
maíz, el aguardiente embrutecedor y toda otra mercadería que necesitase, a
precios muchos más altos que los del mercado. Como el jornal era exiguo, el
campesino se iba endeudando y así se arraigaba a la tierra como los siervos de
la Edad Media. De otro lado, los trabajadores vivían en casuchas de adobe o
ramas de un solo cuarto, sin ventana y con piso de tierra.
La
división social
La
pirámide social mexicana estaba conformada por diversas clases sociales, entre
las cuales había una marcada diferencia. En los rangos más altos estaban los
grandes latifundistas, los caudillos políticos, los miembros del alto clero y
los empresarios extranjeros y nacionales. Seguían los pequeños burgueses y en
la base, se encontraban los campesinos y obreros, que vendían en condiciones
infrahumanas.
Causas
Políticas
La
dictadura de Porfirio Díaz
Porfirio
Díaz llego al poder por primera vez en 1876, alcanzando la bandera de la no
reelección.
En
el transcurso de los años hizo caso omiso de esta promesa electoral y busco una
y otra vez su reelección presidencial. Con astucia, sagacidad y menosprecio de
las aspiraciones ciudadanas logro gobernar durante 7 periodos, un caso
realmente insólito e intolerable. La base de estas sucesivas reelecciones no
fue el derecho, sino la fuerza; no fue la prosperidad de los 15 millones de
habitantes, sino de un pequeño grupo de privilegiados, en nombre del
significativo y engañoso lema: “Paz, orden y progreso”.
En más
de 30 años de tiranía y centralismo porfirista los poderes legislativo y
judicial estuvieron subordinados al ejecutivo. La división de los poderes, la
soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos de
ciudadano solo existían escritos en la carta magna. Imperaba la ley marcial.
La
justicia, lejos de proteger al débil, servía para legalizar el despojos del más
fuerte. Los jueces, en vez de encarnar la justicia se convertían en agentes del
Ejecutivo. Las cámaras legislativas no tenían otra voluntad que la del
dictador. Los gobernantes de los estados, nombrados por él, designaban e
imponían a las autoridades municipales.
Oposición
al Dictador
La oposición a la prolongada dictadura estuvo
representada por diversos sectores descontentos, los que anhelaban inquietudes
de renovación social, como el incipiente movimiento anarquista “Regeneración”
que atacaba al régimen; los círculos liberales que realizaron un congreso y
evolucionaron al comunismo anárquico y llevaron a cabo varias tentativas
insurreccionales que luego fracasaron; y el Partido Liberal Mexicano, cuyo
programa clandestino, lanzado en 1906, incitaba al pueblo a revelarse contra la
dictadura, abogaba por la libertad de sufragio y la no reelección continuada.
La
caída del Dictador
Porfirio
Díaz había manifestado la inauguración de un gobierno democrático en 1910 y que
el dejaría el poder. Sin embargo, contradiciendo esta promesa, sus partidarios
le propusieron como candidato a la presidencia. Fue entonces cuando Francisco
I. Madero decidió salir al frente, para contener las ambiciones del dictador.
Madero era un terrateniente de Coahuila, de espíritu progresista. Anteriormente
hizo mucho a favor de los trabajadores y del pueblo de San Pedro de las
Colonias, estableciendo escuelas, colegios, comedores y hospitales gratuitos.
Francisco Madero empezó a recorrer el país, alentando al pueblo a luchar contra
la tiranía. Organizo el partido Antireelecionista y, en la convención de
Eliseo, de la ciudad de México, se aprobó su candidatura a la presidencia de la
república, para competir con el general Díaz. Ya candidato, inicio una triunfal
gira política; fue arrestado en Monterrey, acusado de “conato de rebelión y
ultraje a las autoridades”. De este modo, en las elecciones del 26 de junio,
1910 se hizo elegir a Porfirio Díaz, por sétima vez. Poco después Madero
obtenía su libertad y lanzo el plan de San Luís de Potosí donde declaraba nulas
las elecciones, desconocía el gobierno del General Díaz, enarbolaba el
principio de no reelección del Presidente de la Republica y llamaba al pueblo a
una rebelión nacional, para arrojar del poder a las autoridades gobernantes. El
pueblo, apoyando este llamado, se levantó en varios puntos del país, el 20 de
noviembre de 1910. Lo respaldaba Pancho Villa (seudónimo de Doroteo Arango, el
“Centauro del Norte”) en nombre de los aldeanos; Emilio Zapata, en
representación de los campesinos y otros líderes populares. Díaz, mientras
tanto, se disponía a defender su puesto. Sin embargo, convencido de que su
poder se desmoronaba inevitablemente y contemplando que todo el pueblo estaba
levantado en armas, se resignó a dimitir el mando, el 25 de mayo de 1911,
firmando un pacto con Madero en la ciudad de Juárez. Luego salió furtivamente y
se embarcó en un tren a Veracruz y, posteriormente, viajo a Europa, muriendo en
Paris, en 1915.
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